Gracias a sus características físicas, el Albertosaurus era un gran depredador. Poseía una cabeza grande y un hocico repleto de hileras de dientes aserrados y curvados hacia atrás. Sus cortos brazos terminaban en dos dedos nada adecuados para sujetar a las presas, por lo tanto, se cree que las hería a mordiscos o con las garras de los pies y esperaba a que la presa se desangrara. El Albertosaurus poseía tres poderosos dedos terminados en una garra en los pies, además, tenía un cuarto dedo muy pequeño que apuntaba hacia atrás. El Albertosaurus podía abrir sus fauces en un gran ángulo, pero los huesos del cráneo no eran muy felxibles, ya que estaban soldados. Las fosas nasales del animal se encontraban en la punta del hocico, lo que sugiere que podía salir a respirar y nadar en el agua. Se cree que el Albertosaurus cazaba en pequeñas manadas, dado que si colaboran varios individuos, será más fácil tumbar a una presa sin importar su tamaño, pero normalmente los ataques solo salían bien si el Albertosaurus sorprendía a sus presas, pero si atacaba de frente, el animal tenía pocas probabilidades de atrapar a una presa, a no ser que esta fuera un hadrosaurio como el Parasaurolophus o el Corythosaurus. Una vez el Albertosaurus alcanzaba a su presa, la lanzaba al suelo con las garras de las patas traseras o con un golpe con la cabeza, para luego matarla de un mordisco letal en el cuello.